Petroglifos y Salones de Artistas: coincidencias históricas en el arte colombiano


Reconociéndonos desde el territorio
Por Diego Martínez Celis - “Expedición Artística Regional”, proyecto de curaduría para el 16 Salón Regional de Artistas
Zona Centro (2017 -2018)

De vez en cuando hay que hacer
una pausa

contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana

examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
[…]

Pausa
, Mario Benedetti

 En 1892, con motivo de la celebración del IV centenario del descubrimiento de América, se llevó a cabo en Madrid (España) la Exposición Histórico Americana, oportunidad que aprovechó el gobierno colombiano para presentarse ante el mundo a través de un conjunto de obras de arte que se consideraban representativas de la identidad nacional. No se trataba de pinturas o esculturas de artistas contemporáneos ni de antigüedades de la colonia, sino de más de dos mil piezas arqueológicas prehispánicas que demostrarían las evidencias de un “pasado civilizado” representado en el “estado de adelanto” en el que se encontraban las sociedades indígenas antes de la conquista (Botero, 2006). Además de las piezas de cerámica, piedra y orfebrería (entre ellas las que conforman el llamado “Tesoro Quimbaya” que el presidente Carlos Holguín terminó regalando a la Reina de España), la muestra estaba apoyada por varios álbumes con gran cantidad de ilustraciones y fotografías que incluían, entre otras cosas, las transcripciones de algunos petroglifos ubicados en la hacienda Anacutá en el actual municipio de Tibacuy (Cundinamarca).

Portada y algunas de las transcripciones de los petroglifos de Anacutá (Tibacuy), en el informe que Lázaro María Girón preparó para la comisión de la Exposición Histórico Americana de Madrid, 1892.

Al preparar el material documental que apoyaría la guianza para los artistas convocados a la tercera jornada de la Expedición Artística Regional al cerro Quininí (Tibacuy) en octubre de 2017, se encontró un documento[1] en el que se constata que el “descubridor” o, por lo menos el autor de las primeras transcripciones de los petroglifos de Anacutá, fue Lázaro María Girón, personaje poco conocido que, coincidencialmente, resultaría íntimamente ligado a los orígenes profundos de la práctica artística moderna en Colombia y a los mismos Salones Nacionales y Regionales que motivan esta investigación curatorial.
Girón fue pionero en muchos campos, no solo por llevar a cabo la primera investigación enfocada en el arte rupestre y con decidido carácter científico en el país (Martínez, 1997), sino porque es considerado precursor de la crítica de arte y cogestor, junto con Alberto Urdaneta, de la 1ª. Exposición Anual de Bellas Artes que se llevó a cabo en Bogotá en 1886.  Según Gabriel Giraldo Jaramillo (1954):
“Girón fue uno de los primeros en ocuparse en ciertos aspectos literarios y científicos, muy poco conocidos entonces y despertar el interés por asuntos de arte bastante desconocidos en su tiempo […] pero donde Girón debería dejar una tarea más perdurable y más original es en la historia y la crítica del arte colombiano; disponía de una vasta información sobre asuntos de arte, de pintura especialmente, y gozaba de ese difícil sentido del catador de belleza que sabe gustar y calificar los valores plásticos; además le interesaba la investigación histórica y sabía del deleite del hallazgo; utilizaba sagaz y discretamente los documentos y los hacía vivir en función de la obra que estudiaba  […] fue el dominio de este olvidado escritor y crítico que debe contarse entre los precursores de la historia del arte nacional”.
Girón, como intelectual, artista y crítico, fue un hombre de su tiempo, en su obra consignada en su mayoría en artículos publicados en el Papel Periódico Ilustrado, entre 1882 y 1888, bascula entre la ciencia y el arte, abordando temas tan disímiles como el estudio de la lengua de los indios Achaguas, la heráldica hispánica de las poblaciones neogranadinas, la “antelia” (fenómeno meteorológico que se presenta en inmediaciones del salto de Tequendama), la marimba del Pacífico o el Santuario de Las Lajas; todos tratados bajo una óptica heredada de la tradición fundada por la Comisión Corográfica, una mirada en conjunto del territorio y una valoración de los conocimientos que se crearon a partir del paisaje (Fino, 2015).
Grabado que representa el fenómeno de la antelia, en cercanías del salto de Tequendama. Con base en un dibujo de Lázaro María Girón publicado en el Papel Periódico Ilustrado, No. 40, 1883.

Entre la obra de Girón destaca una serie de artículos que refieren a la Primera Exposición de la Escuela de Bellas Artes[2] organizada por Alberto Urdaneta entre el 4 de diciembre de 1886 y el 20 de febrero de 1887, cuyo discurso inaugural tiene la intención de “fundar una tradición, consolidar la historia del arte nacional e iniciar con pie derecho la consolidación del campo artístico” (Fino, 2015).
“El discurso de Urdaneta se encuentra entroncado con las concepciones socio–históricas de Girón, pues ambas desean construir un conocimiento artístico, propender por la historia del arte nacional, fundar centros de formación y estudio de las artes, divulgar artistas y fomentar exposiciones. Para los dos, el arte es sinónimo de una cultura suficiente que ha llegado a un gran nivel de conocimiento y civilización: «signo de consuelo es esta fiesta [la Exposición], en que Colombia se muestra digna de que se llame nación civilizada, y que con pruebas visibles deja ver que sus hijos poseen todas las disposiciones necesarias para recorrer los senderos del arte» (Urdaneta, PPI, V, 225). En el discurso de Urdaneta se encuentra la raíz emancipatoria de la empresa, al describir el tránsito de un país consumidor de la imago extranjera, a uno productor de la imago propia” (Fino, 2015).

“Plano de San Bartolomé, donde tiene lugar la exposición de Bellas Artes-1886-1887”. Grabado de Antonio Rodríguez.  Papel Periódico Ilustrado, tomo 5 número 107. 1 de Enero de 1887

Es de resaltar que Urdaneta hace mención especial en este discurso a las dos expediciones que tuvieron lugar en el territorio: la Expedición Botánica (dirigida por José celestino Mutis entre 1783 y 1816) y la Comisión Corográfica (dirigida por Agustín Codazzi entre 1850 y 1859), no como empresas científicas sino como hitos artísticos y culturales en los que se fundamentaba el momento histórico que representaba dicha Exposición:
 “A principio del siglo que corre prestó grande apoyo al cultivo de la pintura, la fundación de la inmortal Expedición Botánica, cuyos dibujos al óleo, a la aguada y a la pluma llenaron de admiración, dice el sabio botánico Triana, a los señores Humboldt y Bonpland al llegar a Bogotá. La colección consta de más de 6000 dibujos tomados del natural sobre buen papel de folio, todos sorprendentes por su exactitud y su finura y que después de más de setenta años se han encontrado intactos como si acabaran de salir de las manos de los artistas. Matiz, Hinojosa, buen retratista que vino de Quito, Rizo y los hermanos Cortés, fueron los principales obreros en esa inmensa labor con que Mutis y Caldas, Lozano y Valenzuela y sus colaboradores honraron a la ciencia […] la Comisión Corográfica en que tuvieron ocasión de lucir sus talentos D. Enrique Price, D. Carmelo Fernández y D. Manuel María Paz, dejó como un monumento el precioso álbum de aguadas que posee la Biblioteca Nacional y que todos conocemos; muestra valiosa de lo que es Colombia en su parte física y moral, y con sus tipos de razas, sus caminos y puentes, sus pintorescas ciudades y su lujosa naturaleza” (Urdaneta, Papel Periódico Ilustrado, V, 225).
Al respecto, en un artículo publicado en 1891 en la Revista Literaria de Bogotá, Girón esboza por primera vez la historia del gran esfuerzo cultural que representó la Comisión Corográfica, cuyos materiales se encontraban olvidados en los anaqueles de la Biblioteca Nacional y reclama la atención de la Nación:
“Es obra inédita, de valor inestimable que guarda entre sus hojas joyas que son preciosas para Colombia. El extranjero que quiera formarse una idea general sobre este pueblo puede registrar las páginas de aquel libro, seguro de encontrar en ellas algo como una cristalización del complicado conjunto del país; porque allí están retratados bellos fragmentos de nuestro suelo con sus paisajes y su lujosa flora, la historia antigua de nuestros laboriosos aborígenes y además varias muestras de costumbres en diversas localidades” (Girón, 1891).
Agustín Codazzi y colaboradores en el campamento de Yarumito, provincia de Soto (Santander). Acuarela de Carmelo Fernández para la Comisión Corográfica, 1850.

La Comisión Corográfica constituyó un aporte fundamental  al arte plástico colombiano, no solo por su valor documental sino por el reto que significó trasgredir la herencia colonial, enfocada principalmente en la temática religiosa, y buscar nuevos referentes de representación en un escenario nunca antes enfrentado: el territorio como contenedor de lo cotidiano, lo ordinario y lo extraordinario de la naturaleza, de las gentes, de sus costumbres y de sus obras y, en últimas, del paisaje como testimonio y símbolo de la identidad de la nación en construcción.
“Las pinturas de la Comisión Corográfica constituyen una prueba de un conocimiento artístico que parte de la experiencia con el entorno y el paisaje que es particular y característico del americano. La Comisión increpa a la creación de baremos y criterios de juicio y entendimiento para la comprensión de la visión de nuestros paisajes. La crítica de Girón ayuda a revelar este aspecto y sostiene la tesis que la historia, teoría y crítica de arte, deben partir de un conocimiento de la cultura y del lugar en donde se estudian, es decir de un conocimiento topológico del entorno” (Fino, 2015).
Es en este contexto que se puede entender el sentido y función que cumple para su época y su entorno la realización del estudio de los petroglifos de Anacutá que adelantó Girón para la comisión encargada de la Exposición Histórico Americana de Madrid, cuya publicación pudo haber sido una de sus últimas iniciativas, pues coincide con el año de su muerte en 1892.
...
125 años después, el grupo de participantes del proyecto curatorial “Expedición Artística Regional”, en su salida a Tibacuy, retoma los pasos de Lázaro María Girón, visita y transcribe de nuevo los mismos petroglifos. También, y sin haberlo sospechado, se advierte que la motivación profunda es la misma: reconocer las obras artísticas del pasado como huellas en el paisaje que han resistido al paso del tiempo y que, a manera de palimpsestos, evidencian cambios y continuidades del proceso artístico para conectarnos con los ancestros, identificarnos y localizarnos en las coordenadas del tiempo y el espacio para intuir nuestro lugar en el mundo y, a fin de cuentas, para reconocernos como colectivo social en la homogeneidad, pero también en la diversidad.
Parte del grupo que participó en la tercera jornada de la Expedición Artística Regional en Tibacuy, posando junto a la transcripción (frottage) de los petroglifos de la piedra de El Palco, una de las mismas que visitó y transcribió Girón en 1892. Fotografía de Diego Martínez Celis, octubre de 2017.

 En consonancia, se podría afirmar que el proyecto curatorial Expedición Artística Regional se alínea con el mismo espíritu de la empresa que iniciaran Urdaneta y Girón al organizar la Primera Exposición de la Escuela de Bellas Artes en 1886, mismo que retomaron los Salones Nacionales y Regionales de Artistas desde 1940 en torno al irresoluto cuestionamiento sobre la identidad del arte colombiano. Por eso le apuesta también a la misma estrategia que llevara a cabo la Comisión Corográfica en el sentido de volver a encarar la inmersión física en el territorio como escenario de identificación, como superficie reflectante, como sustrato donde germina, se enraíza,  fructifica y multiplica lo propio.
En este sentido, volver a recorrer el territorio a través del reconocimiento de sus palimpsestos como múltiples huellas superpuestas en los paisajes, se constituye en una pausa para examinar el pasado, en una oportunidad para contemplarnos y provocar nuevas lecturas del conglomerado humano que identificamos hoy como la nación colombiana.
A la luz de la coyuntura social y política que atraviesa el país tras la firma de los acuerdos de paz, se requiere de estrategias de reconciliación a partir de la identificación propia y del otro, actores que, a pesar de las diferencias, tienen que arreglárselas para compartir el mismo territorio como escenario común. Quizás en esta empresa, la práctica artística pueda fungir de catalizador para registrar el pulso del presente y para proyectar una sociedad más conciente de su entorno y de su papel en el devenir histórico. A ese anhelo apunta, en últimas, nuestra propuesta curatorial.

Referencias
Botero Cuervo, Clara Isabel. El redescubrimiento del pasado prehispánico en Colombia: viajeros, arqueólogos y coleccionistas 1820-1945. Instituto Colombiano de Antropología e Historia: Universidad de los Andes, Bogotá, 2012.

Fino Gómez, Carlos Orlando. Lázaro María Girón: conformación del campo artístico en su itinerario crítico (1882–1889). Ensayo presentado a  la convocatoria Reconocimiento Nacional a la Crítica y el Ensayo: Arte en Colombia, Universidad de Los andes, 2015, bajo el seudónimo ”Fray Servando Teresa de Mier”. Consultado en línea en  https://premionalcritica.uniandes.edu.co/wp-content/uploads/Rad-4423-Cat-1-L%C3%A1zaro-Mar%C3%ADa-Gir%C3%B3n-Fray-Ser-30000.pdf  el 3 de diciembre de 2017
Giraldo Jaramillo, Gabriel. Notas y documentos sobre el arte en Colombia. Academia colombiana de historia. Bogotá,  1954
Girón, Lázaro María. “Primera exposición de la Escuela de Bellas Artes”. Papel Periódico Ilustrado, t. V, n. 109 (1 de febrero de 1887), p. 210; n. 110 (15 de febrero de 1887), p. 222–226; n. 111 (1º de marzo de 1887), p. 242–243; n. 112 (15 de marzo de 1887), p. 257–260; n. 113 (1º de abril de 1887), p. 275–276.
Girón, Lázaro María. Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá Informe del auxiliar de la subcomisión 3ª. de las exposiciones de Madrid y Chicago, abril de 1892.
Martínez Celis, Diego. Historia de los procesos de documentación de arte rupestre en Colombia en Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/martinez.html 2000 (1997)





[1] Girón, Lázaro M. Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá Informe del auxiliar de la subcomisión 3ª. de las exposiciones de Madrid y Chicago, abril de 1892.
[2] Según  Fino (2015) en el catálogo de la exposición titulado, Guía de la Primera Exposición Anual de la Escuela de Bellas Artes de Colombia (1886), se registran 1200 inscripciones que obedecen a piezas individuales, pero también a series. El número de boletos vendidos fue de 4.117, lo cual muestra una gran afluencia de público, más si se compara con el primer Salón de París al cual asistieron 7.211 personas, teniendo en cuenta que la población parisina era el cuádruple que la bogotana; además propició que se inscribieran 400 personas en la Escuela de Bellas Artes para el siguiente periodo académico. La Exposición se cierra con otro discurso de agradecimiento de Alberto Urdaneta, en donde expone y da cuenta de los logros de la Exposición, y a su vez compromete al Gobierno para que ayude a la Escuela de Bellas Artes y realice las mejoras necesarias para cubrir la demanda artística y el interés de la nueva generación por las artes: «ya está hecho el primer esfuerzo, y este esfuerzo ha alcanzado lujoso éxito que producirá una generación de hombres cultivadores de lo bello» (Urdaneta, Papel Periódico Ilustrado, V, 275).

Comentarios

Entradas populares de este blog

La PIEDRA de BARREIRO en Boyacá: Pinturas rupestres y altares de la patria

Nombrar para apropiar. De “piedras pintadas” a “arte rupestre”.