Facatativá: 30.000 años de historia en las piedras (en 3 minutos)


Por Diego Martínez Celis*



El lugar que ocupa el actual Parque Arqueológico de Facatativá se encuentra en el extremo noroccidental de la Sabana de Bogotá, en las estribaciones de uno de los cerros que empiezan a arrugar la llana y fría sabana en su descolgada hacia las tierras quebradas y templadas de Cundinamarca. 

En un pasado remoto, hace más de 30.000 años, este lugar se constituía en una de las orillas del gran lago que cubría y dio su configuración actual a la sabana de Bogotá. La fuerza y constancia de las aguas puso al descubierto y labró de manera caprichosa decenas de grandes bloques de piedra arenisca que poco a poco fueron quedando expuestos en la superficie formando laberintos de cuevas y abrigos rocosos.

Con el paso de los siglos el clima mundial fue tornándose más templado posibilitando que nuevas regiones, antes inaccesibles, fueran colonizadas por el hombre, el cual empezaba a poblar el territorio colombiano desde hace más de 16.000 años luego de su largo trashumar desde el continente asiático. De esta manera se empieza a poblar la sabana de Bogotá, al mismo tiempo que se desecaba poco a poco el lecho del antiguo lago.



Estos primeros pobladores aprovecharon la configuración de estas rocas como lugares de habitación donde era posible resguardarse durante sus travesías por el territorio en busca de animales de caza, frutos para recolectar y cuidar de sus primeras siembras (Periodo Precerámico). Hace aproximadamente 3.000 años fabricaron, en este sector de la sabana, las primeras cerámicas para guardar y cocinar sus alimentos (Periodo Herrera). 

Con el paso del tiempo, estos grupos humanos fueron estableciéndose, mezclándose con otros y controlando de manera más eficiente el territorio hasta formar sociedades más complejas, que los invasores españoles del siglo XVI conocieron como muiscas.  



Estos grupos tuvieron un conocimiento muy amplio de los múltiples aspectos de su entorno medioambiental que eran vitales para su supervivencia, a la par que desarrollaron un rico sistema de creencias y múltiples formas de expresión artística y de comunicación simbólica. Una de estas fue la pintura rupestre, que fue plasmada en los mismos bloques de piedra formados por las aguas y que sirvieron de abrigo a sus antepasados. Este arte rupestre, cuyo significado original desconocemos, fue realizado con mezclas de pigmentos minerales, vegetales y animales que han logrado conservarse, casi indelebles, hasta el presente.

Con la llegada de los invasores españoles a la sabana de Bogotá en 1537, comienza  a transformarse, de forma radical e irreversible, la tradición indígena  que tuvo asiento en la sabana de Bogotá durante miles de años. De esta manera se termina borrando para siempre la memoria que podía dar cuenta del significado de las pinturas rupestres y de las relaciones simbólicas de muchos lugares del territorio indígena ancestral. 



En la región muisca de Facatativá (o totacativá) se borraron hasta los nombres antiguos que daban a quebradas como Chinchagota, Uxua o Temca, a ríos como el Tenequene o Nemza (hoy Botello), a pantanos como el de Jechuaque, a montañas como la sierra de Uzpachigua o la loma de Aguazuca, o a poblaciones como Niminjaca, Chueca, Hungo, o Teuta (donde se encuentra el actual casco urbano del municipio).

Con la implantación del régimen colonial y la nueva doctrina católica, las piedras y otros lugares significativos fueron perdiendo importancia, y para desestimular algún asomo de “idolatría” por parte de los indígenas, se empezaron a relacionar estos lugares con la presencia del diablo por medio de leyendas que aun subsisten.

Para la época de la independencia y comienzos del la República la población de Facatativá cobra nueva importancia en el contexto regional por constituirse en el paso obligado en la ruta del camino real entre Bogotá y Honda, en busca de la conexión entre el río Magdalena y el resto del país y del mundo. Por esta ruta pasan comuneros, virreyes expulsados, ejércitos, viajeros y hasta científicos, quienes empiezan a ver las piedras y sus pinturas con nuevos ojos.



En la búsqueda de identidad nacional, los criollos, en su calidad de mestizos –mezcla de indígena y español–, echan mano del pasado indígena y de sus vestigios materiales o “monumentos” con el fin de legitimar su posesión sobre estas tierras “libertadas”.  De esta manera las pinturas empiezan a suscitar interés científico y académico pues se consideran prueba del alto grado intelectual que poseían los indígenas, quienes las realizaron como una manera de plasmar su historia, pensamientos o mitos.

Desde comienzos del siglo XX, a raíz de que ya estaban empezando a ser explotadas como material de construcción, se acrecienta el interés por preservar las piedras que eran  llamadas “de Tunja”, cuyos terrenos, pertenecientes a fincas  privadas,  finalmente pasan a manos del gobierno nacional constituyéndose en uno de los primeros Parques Arqueológicos del país.

Al tiempo que el casco urbano de Facatativá fue creciendo hasta “cercar” el lugar, la afluencia pública se incrementó motivada por la posibilidad de utilizarlo como espacio para la recreación y realización de asados, piquetes o “paseos de olla”. Toda esta dinámica derivó en el deterioro y casi destrucción de la mayor parte de sus pinturas rupestres.



Hoy día, el Parque, que pertenece al Ministerio de Cultura se encuentra bajo el manejo del Municipio de Facatativá, administración que tiene la responsabilidad histórica de devolver y rescatar para los facatativeños, y los colombianos en general, la vocación original del parque, esto es, erigirlo como un verdadero hito del patrimonio natural, cultural y arqueológico de la Nación, con el fin de preservarlo como escenario excepcional de la memoria donde es posible tener un encuentro vivencial (por medio de su interpretación) con más de 30.000 años de historia natural y 12.000 años del transitar y habitar de ser humano por estos territorios.

*Fuente: Martínez Celis, Diego y Botiva Contreras Álvaro. “Compendio documental del Parque Arqueológico de Facatativá. Insumo para su interpretación integral”. (m.s). Alcaldía Municipal de Facatativá. Secretaría de Cultura y Juventud, 2011.

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