Petroglifos y Salones de Artistas: coincidencias históricas en el arte colombiano
Reconociéndonos desde el territorio
Por Diego Martínez Celis - “Expedición Artística Regional”, proyecto de curaduría para el 16 Salón Regional de Artistas
Zona Centro (2017 -2018)
Por Diego Martínez Celis - “Expedición Artística Regional”, proyecto de curaduría para el 16 Salón Regional de Artistas
Zona Centro (2017 -2018)
De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
[…]
Pausa, Mario Benedetti
Pausa, Mario Benedetti
Portada y algunas de las
transcripciones de los petroglifos de Anacutá (Tibacuy), en el informe que
Lázaro María Girón preparó para la comisión de la Exposición Histórico
Americana de Madrid, 1892.
Al preparar el material
documental que apoyaría la guianza para los artistas convocados a la tercera
jornada de la Expedición Artística Regional al cerro Quininí (Tibacuy) en
octubre de 2017, se encontró un documento[1]
en el que se constata que el “descubridor” o, por lo menos el autor de las
primeras transcripciones de los petroglifos de Anacutá, fue Lázaro María Girón,
personaje poco conocido que, coincidencialmente, resultaría íntimamente ligado
a los orígenes profundos de la práctica artística moderna en Colombia y a los
mismos Salones Nacionales y Regionales que motivan esta investigación
curatorial.
Girón fue pionero en
muchos campos, no solo por llevar a cabo la primera investigación enfocada en
el arte rupestre y con decidido carácter científico en el país (Martínez, 1997),
sino porque es considerado precursor de la crítica de arte y cogestor, junto
con Alberto Urdaneta, de la 1ª. Exposición Anual de Bellas Artes que se llevó a
cabo en Bogotá en 1886. Según Gabriel
Giraldo Jaramillo (1954):
“Girón fue uno
de los primeros en ocuparse en ciertos aspectos literarios y científicos, muy
poco conocidos entonces y despertar el interés por asuntos de arte bastante
desconocidos en su tiempo […] pero donde Girón debería dejar una tarea más
perdurable y más original es en la historia y la crítica del arte colombiano;
disponía de una vasta información sobre asuntos de arte, de pintura
especialmente, y gozaba de ese difícil sentido del catador de belleza que sabe
gustar y calificar los valores plásticos; además le interesaba la investigación
histórica y sabía del deleite del hallazgo; utilizaba sagaz y discretamente los
documentos y los hacía vivir en función de la obra que estudiaba […] fue el dominio de este olvidado escritor
y crítico que debe contarse entre los precursores de la historia del arte
nacional”.
Girón, como intelectual,
artista y crítico, fue un hombre de su tiempo, en su obra consignada en su
mayoría en artículos publicados en el Papel
Periódico Ilustrado, entre 1882 y 1888, bascula entre la ciencia y el arte,
abordando temas tan disímiles como el estudio de la lengua de los indios
Achaguas, la heráldica hispánica de las poblaciones neogranadinas, la “antelia”
(fenómeno meteorológico que se presenta en inmediaciones del salto de
Tequendama), la marimba del Pacífico o el Santuario de Las Lajas; todos
tratados bajo una óptica heredada de la tradición fundada por la Comisión Corográfica, una mirada en conjunto del territorio y una valoración de los conocimientos
que se crearon a partir del paisaje (Fino, 2015).
Grabado que representa el
fenómeno de la antelia, en cercanías del salto de Tequendama. Con base en un
dibujo de Lázaro María Girón publicado en el Papel Periódico Ilustrado, No. 40,
1883.
Entre la obra de Girón
destaca una serie de artículos que refieren a la Primera Exposición de la
Escuela de Bellas Artes[2]
organizada por Alberto Urdaneta entre el 4 de diciembre de 1886 y el 20 de
febrero de 1887, cuyo discurso inaugural tiene la intención de “fundar una
tradición, consolidar la historia del arte nacional e iniciar con pie derecho
la consolidación del campo artístico” (Fino, 2015).
“El discurso
de Urdaneta se encuentra entroncado con las concepciones socio–históricas de
Girón, pues ambas desean construir un conocimiento artístico, propender por la
historia del arte nacional, fundar centros de formación y estudio de las artes,
divulgar artistas y fomentar exposiciones. Para los dos, el arte es sinónimo de
una cultura suficiente que ha llegado a un gran nivel de conocimiento y
civilización: «signo de consuelo es esta fiesta [la Exposición], en que
Colombia se muestra digna de que se llame nación civilizada, y que con pruebas
visibles deja ver que sus hijos poseen todas las disposiciones necesarias para
recorrer los senderos del arte» (Urdaneta, PPI, V, 225). En el discurso de
Urdaneta se encuentra la raíz emancipatoria de la empresa, al describir el
tránsito de un país consumidor de la imago
extranjera, a uno productor de la imago
propia” (Fino, 2015).
“Plano
de San Bartolomé, donde tiene lugar la exposición de Bellas Artes-1886-1887”. Grabado de Antonio Rodríguez. Papel Periódico Ilustrado, tomo 5 número 107. 1 de Enero de 1887
Es de resaltar que Urdaneta
hace mención especial en este discurso a las dos expediciones que tuvieron
lugar en el territorio: la Expedición
Botánica (dirigida por José celestino Mutis entre 1783 y 1816) y la Comisión Corográfica (dirigida por
Agustín Codazzi entre 1850 y 1859), no como empresas científicas sino como
hitos artísticos y culturales en los que se fundamentaba el momento histórico
que representaba dicha Exposición:
“A principio del siglo que corre prestó grande
apoyo al cultivo de la pintura, la fundación de la inmortal Expedición
Botánica, cuyos dibujos al óleo, a la aguada y a la pluma llenaron de
admiración, dice el sabio botánico Triana, a los señores Humboldt y Bonpland al
llegar a Bogotá. La colección consta de más de 6000 dibujos tomados del natural
sobre buen papel de folio, todos sorprendentes por su exactitud y su finura y
que después de más de setenta años se han encontrado intactos como si acabaran
de salir de las manos de los artistas. Matiz, Hinojosa, buen retratista que
vino de Quito, Rizo y los hermanos Cortés, fueron los principales obreros en
esa inmensa labor con que Mutis y Caldas, Lozano y Valenzuela y sus
colaboradores honraron a la ciencia […] la Comisión Corográfica en que tuvieron
ocasión de lucir sus talentos D. Enrique Price, D. Carmelo Fernández y D.
Manuel María Paz, dejó como un monumento el precioso álbum de aguadas que posee
la Biblioteca Nacional y que todos conocemos; muestra valiosa de lo que es
Colombia en su parte física y moral, y con sus tipos de razas, sus caminos y
puentes, sus pintorescas ciudades y su lujosa naturaleza” (Urdaneta, Papel
Periódico Ilustrado, V, 225).
Al respecto, en un
artículo publicado en 1891 en la Revista
Literaria de Bogotá, Girón esboza por primera vez la historia del gran
esfuerzo cultural que representó la Comisión Corográfica, cuyos materiales se
encontraban olvidados en los anaqueles de la Biblioteca Nacional y reclama la
atención de la Nación:
“Es obra
inédita, de valor inestimable que guarda entre sus hojas joyas que son
preciosas para Colombia. El extranjero que quiera formarse una idea general
sobre este pueblo puede registrar las páginas de aquel libro, seguro de
encontrar en ellas algo como una cristalización del complicado conjunto del
país; porque allí están retratados bellos fragmentos de nuestro suelo con sus
paisajes y su lujosa flora, la historia antigua de nuestros laboriosos
aborígenes y además varias muestras de costumbres en diversas localidades” (Girón,
1891).
Agustín Codazzi y colaboradores en el
campamento de Yarumito, provincia de Soto (Santander). Acuarela de Carmelo
Fernández para la Comisión Corográfica, 1850.
La Comisión Corográfica constituyó
un aporte fundamental al arte plástico
colombiano, no solo por su valor documental sino por el reto que significó
trasgredir la herencia colonial, enfocada principalmente en la temática
religiosa, y buscar nuevos referentes de representación en un escenario nunca
antes enfrentado: el territorio como contenedor de lo cotidiano, lo ordinario y
lo extraordinario de la naturaleza, de las gentes, de sus costumbres y de sus
obras y, en últimas, del paisaje como testimonio y símbolo de la identidad de
la nación en construcción.
“Las pinturas
de la Comisión Corográfica constituyen una prueba de un conocimiento artístico
que parte de la experiencia con el entorno y el paisaje que es particular y
característico del americano. La Comisión increpa a la creación de baremos y
criterios de juicio y entendimiento para la comprensión de la visión de
nuestros paisajes. La crítica de Girón ayuda a revelar este aspecto y sostiene
la tesis que la historia, teoría y crítica de arte, deben partir de un
conocimiento de la cultura y del lugar en donde se estudian, es decir de un conocimiento
topológico del entorno” (Fino, 2015).
Es en este contexto que se
puede entender el sentido y función que cumple para su época y su entorno la
realización del estudio de los petroglifos de Anacutá que adelantó Girón para
la comisión encargada de la Exposición Histórico Americana de Madrid, cuya
publicación pudo haber sido una de sus últimas iniciativas, pues coincide con
el año de su muerte en 1892.
125 años después, el grupo
de participantes del proyecto curatorial “Expedición Artística Regional”, en su salida a Tibacuy, retoma
los pasos de Lázaro María Girón, visita y transcribe de nuevo los mismos
petroglifos. También, y sin haberlo sospechado, se advierte que la motivación
profunda es la misma: reconocer las obras artísticas del pasado como huellas en
el paisaje que han resistido al paso del tiempo y que, a manera de
palimpsestos, evidencian cambios y continuidades del proceso artístico para
conectarnos con los ancestros, identificarnos y localizarnos en las coordenadas
del tiempo y el espacio para intuir nuestro lugar en el mundo y, a fin de
cuentas, para reconocernos como colectivo social en la homogeneidad, pero
también en la diversidad.
Parte del grupo que
participó en la tercera jornada de la Expedición Artística Regional en Tibacuy,
posando junto a la transcripción (frottage) de los petroglifos de la piedra de
El Palco, una de las mismas que visitó y transcribió Girón en 1892. Fotografía
de Diego Martínez Celis, octubre de 2017.
En este sentido, volver a
recorrer el territorio a través del reconocimiento de sus palimpsestos como
múltiples huellas superpuestas en los paisajes, se constituye en una pausa para
examinar el pasado, en una oportunidad para contemplarnos y provocar nuevas
lecturas del conglomerado humano que identificamos hoy como la nación
colombiana.
A la luz de la coyuntura
social y política que atraviesa el país tras la firma de los acuerdos de paz, se
requiere de estrategias de reconciliación a partir de la identificación propia
y del otro, actores que, a pesar de las diferencias, tienen que arreglárselas
para compartir el mismo territorio como escenario común. Quizás en esta
empresa, la práctica artística pueda fungir de catalizador para registrar el
pulso del presente y para proyectar una sociedad más conciente de su entorno y
de su papel en el devenir histórico. A ese anhelo apunta, en últimas, nuestra propuesta
curatorial.
Referencias
Botero Cuervo,
Clara Isabel. El redescubrimiento del
pasado prehispánico en Colombia: viajeros, arqueólogos y coleccionistas
1820-1945. Instituto Colombiano de Antropología e Historia: Universidad de
los Andes, Bogotá, 2012.
Fino Gómez, Carlos Orlando. Lázaro
María Girón: conformación del campo artístico en su itinerario crítico
(1882–1889). Ensayo presentado a la
convocatoria Reconocimiento
Nacional a la Crítica y el Ensayo: Arte en Colombia, Universidad de Los
andes, 2015, bajo el seudónimo ”Fray Servando Teresa de Mier”. Consultado en
línea en
https://premionalcritica.uniandes.edu.co/wp-content/uploads/Rad-4423-Cat-1-L%C3%A1zaro-Mar%C3%ADa-Gir%C3%B3n-Fray-Ser-30000.pdf el 3 de diciembre de 2017
Giraldo Jaramillo, Gabriel. Notas
y documentos sobre el arte en Colombia. Academia colombiana de historia.
Bogotá, 1954
Girón, Lázaro María. “Primera exposición de la Escuela de Bellas Artes”. Papel Periódico Ilustrado, t. V, n. 109
(1 de febrero de 1887), p. 210; n. 110 (15 de febrero de 1887), p. 222–226; n.
111 (1º de marzo de 1887), p. 242–243; n. 112 (15 de marzo de 1887), p.
257–260; n. 113 (1º de abril de 1887), p. 275–276.
Girón, Lázaro María. Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá
Informe del auxiliar de la subcomisión
3ª. de las exposiciones de Madrid y Chicago, abril de 1892.
Martínez Celis,
Diego. Historia de los procesos de documentación de arte rupestre en
Colombia en
Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/martinez.html 2000 (1997)
[1] Girón,
Lázaro M. Las piedras grabadas de
Chinauta y Anacutá Informe del
auxiliar de la subcomisión 3ª. de las exposiciones de Madrid y Chicago,
abril de 1892.
[2] Según Fino (2015) en el catálogo de la exposición
titulado, Guía de la Primera Exposición
Anual de la Escuela de Bellas Artes de Colombia (1886), se registran 1200
inscripciones que obedecen a piezas individuales, pero también a series. El
número de boletos vendidos fue de 4.117, lo cual muestra una gran afluencia de
público, más si se compara con el primer Salón de París al cual asistieron
7.211 personas, teniendo en cuenta que la población parisina era el cuádruple
que la bogotana; además propició que se inscribieran 400 personas en la Escuela
de Bellas Artes para el siguiente periodo académico. La Exposición se cierra
con otro discurso de agradecimiento de Alberto Urdaneta, en donde expone y da cuenta
de los logros de la Exposición, y a su vez compromete al Gobierno para que
ayude a la Escuela de Bellas Artes y realice las mejoras necesarias para cubrir
la demanda artística y el interés de la nueva generación por las artes: «ya
está hecho el primer esfuerzo, y este esfuerzo ha alcanzado lujoso éxito que
producirá una generación de hombres cultivadores de lo bello» (Urdaneta, Papel
Periódico Ilustrado, V, 275).
Comentarios
Publicar un comentario